Hemingway fue uno de los pocos que escribía de pie, con la máquina a la altura de su pecho. Quienes no poseemos el vigor del titán, agradecemos contar con una silla como esta.
Tres son los factores de una silla que arrojan provecho para alguien que escribe día y noche, como yo: la posibilidad de moverse entre el océano de libros, cuadernos y papeles sueltos del escritorio, la suavidad compacta del asiento, y los brazos y alturas perfectas.
Si lo mío es nunca parar y solo ponerme de pie para probar algo o ir al baño, esta silla me ha regalado lo que no hubiese imaginado: una imparable carrera de cuadrigas sin contendor a la vista y un reposo de plumas para la escritura incesante.
Que los resultados de lo escrito en esta silla hablen por sí mismos. Espero estar a la altura.
Francisco X. Estrella
Escritor.